lunes, 28 de diciembre de 2009

Ella - primera parte

Él la miró y no podía creerlo. Era ella. Después de tantos años, la encontraba, así como si nada, como si el tiempo jamás hubiese pasado.

"Jamás pensé en verte de nuevo", pensó. "¿Será que me acerco?" dudó. Sus pies vacilaron, porque las órdenes eran confusas. Una parte de sí quería ir tras ella, mientras que otra le suplicaba que saliera corriendo en la dirección contraria.

Decidió hacerle caso a la primera parte. Fue tras ella, pero sin que se diese cuenta. La persiguió un par de cuadras, a una distancia prudente, de modo que ella no sintiese el seguidor furtivo que iba tras ella.

A veces aceleraba el paso, y a él le costaba mantenerla a la vista, pero en esos casos redoblaba el esfuerzo, y lograba seguirle el rastro.

Hubo un momento en el que ella se paró a ver un aparador, y como él no se dio cuenta siguió caminando. Cuando se dio cuenta de que ya no iba tras ella, se devolvió, en un intento por conseguirla de nuevo.

"¿¡Dónde estás!? ¡Maldita sea!". Se paró en mitad de la calle, mirando a ambos lados, cruzando los dedos, queriendo encontrarla de nuevo.

De repente, la volvió a ver, y venía directo hacia él. "¡Debo esconderme!", pensó, pero ya ella venía muy cerca. Lo único que se le ocurrió fue arrodillarse en el suelo, y fingir que se ataba los cordones de los zapatos.

Ella le pasó por un lado, si tan siquiera notar su presencia. "Lo logré... Casi me descubre".

La persiguió un par de calles más, y comenzó a cuestionarse sobre cuál sería el destino final de ella. Dobló en una calle a la derecha, y eso casi lo confunde, porque giró muy rápido, pero logró notarlo a tiempo.

Al poco tiempo de haber cruzado en esa calle, entró a un local. "¿Será que si entro, me verá?", se preguntó.

Pasó por el frente de las vidrieras, sólo para intentar ver la disposición del lugar. Notó que era un lugar amplio, y que estaba lleno de gente, así que las probabilidades de que ella lo viera eran bajas.

Entró, y se puso en la cola de la caja para comprar un ticket. Sólo pediría un café.

Una vez que tuvo su café en la mano, oteó el lugar a ver dónde estaba ella. Una vez que la encontró, se sentó un par de mesas más atrás de ella, de modo que él le veía la espalda.

Decidió que esperaría a ver quién la acompañaba. Al poco tiempo, llegó un hombre a su mesa, quien la saludó con un beso en los labios.

"Así que eres feliz... Bueno, nunca te deseé el mal. Espero que consigas en él lo que no encontraste en mí". Meditó un rato, mientras los veía conversar amenamente, a la par que se regalaban tiernas caricias.

"Ojalá seas verdaderamente feliz. A pesar de todo, jamás te podré desear el mal, porque siempre serás la mujer de mi vida", pensó finalmente.

Luego, se levantó, y se fue. Salió del local con una extraña felicidad, sin importarle ya si ella lo veía o no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario