jueves, 30 de septiembre de 2010

Carta de un amante

Querido (Siempre te he llamado así, y nunca he sabido el porqué):

No existe una forma en la que te pueda decir adiós sin llorar. Alguna vez pensé en lo manchada de mentiras que está esta relación, y por ello sospeché que despedirme sería más fácil, pero no es así. En estas líneas, siento que se me va la vida, porque eso fue lo que le diste a mi existencia en todos estos meses. Los días más felices han sido a tu lado, a pesar de los sustos, de tener que andar escondidos, de no poder demostrar nuestro amor públicamente... 

Alguna vez me dijiste que me amabas, y en ese momento pensé que me mentías, pero ahora es que me doy cuenta de toda la verdad que escondían tus palabras. Hacer el amor contigo era alcanzar la gloria infinita que se hallaba dormida en mi cuerpo.

Decidí despedirme por escrito porque si veo mi reflejo en tus pupilas, jamás podré apartarme de ti. Nunca sospeché que serías tú el amor de mi vida, tú que eres 15 años menor, que fuiste mi alumno, que comenzaste todo como un juego, que podrías ser uno de mis hijos... 

Esta despedida quema mi alma, me cala hasta los huesos... Sólo pienso en que debo hacerlo. A veces, ser mujer exige hacer grandes sacrificios únicamente por el bien de los demás, sin importar el tuyo. Te dejo libre para que ames a alguien que de verdad pueda corresponderte a tiempo completo, y no a medias.

Por última vez, te diré que te amo.

Siempre tuya,
A

jueves, 23 de septiembre de 2010

Los pequeños países

No sé si esta idea es originalmente mía, o si la escuché en algún lugar antes, pero la primera vez que recuerdo haberlo pensado fue en 1° año de la Universidad. "Wow, esto es como un pequeño país", fueron las palabras que cruzaron por mi cabeza. Me refería a la manera en cómo la Universidad estaba organizada. Había dirigentes, gente activa en la política, apáticos (entre los que me encuentro), autoridades, presupuestos, reglas, obreros... Todo lo que me parecía que tenía la organización de un país, a grandes rasgos, claro está.

A medida que fui avanzando en la carrera, me di cuenta que no era una idea tan descabellada, y comencé a extender esta idea del "pequeño país" a todos los lugares a donde iba, incluso a mi casa, donde sólo vivimos 2 personas (Seríamos algo así como Monserrat, de Reino Unido, que es el país menos poblado del mundo).

El tema lo saco a colación hoy porque me tocó vivir un pequeño episodio en el banco (Siempre he creído que Venezuela es uno de los pocos países en el mundo en el que la gente va tanto al banco). Me tocó ir a una agencia de cierta entidad financiera que vive llena de gente. Iba preparada hasta con un libro bajo el brazo, por si me tocaba pasar más de una hora ahí. Cuando llego, raramente el interior se veía vacío, y sólo había una fila de unas 5 ó 6 personas para entrar. Creí estar soñando, pero aún así me puse en la línea. Veo que al inicio de la línea está la gente un poco amotinada por el dispositivo de seguridad que utilizaba la agencia para entrar. Era una cabina que detectaba los metales. El detalle era que la cabina era un poco exquisita, obligando a la gente a dejar en la entrada, dentro de unos casilleros hasta las llaves de su casa. En un primer intento, probé pasar con todo lo que cargaba, menos el celular, las llaves del carro, y el reloj. Me rechazaron. En el segundo intento, dejé toda la cartera, sólo me quedé con el iPod, el libro, el monedero y un bolígrafo en las manos (A pesar que se veía vacío, insistí en pasar con el libro. Los bancos pueden ser engañosos). Segundo rechazo. Ya en un tercer intento, dejé el iPod en la cartera, y fue cuando por fin pude pasar. Adentro no duré ni 15 minutos, en serio (Quizás a alguien que no viva en Venezuela esto le podría sonar natural, pero a un buen venezolano esto le sonará a milagro o mentira). Hice mi depósito, salí sin ningún problema, y me vine a mi casa.

El punto es que en ese instante, en esa cola, vi un "pequeño país". Estaba quién mantenía el orden, quiénes se quejaban ruidosamente, quiénes hacían chistes al respecto, quienes acataban las instrucciones sin hacer mayor ruido, los que lograban entrar, los rechazados... Una pequeña muestra de la diversidad de personas que hay en los países, o al menos en éste.

Mi intención es hacer ver que ningún ser humano puede existir completamente solo. En todas partes tenemos la necesidad de relacionarnos con las personas que tenemos a nuestro alrededor, pero esto de crear los vínculos no puede ser al azar completamente. Necesitamos de ciertas fórmulas, por llamarlas de alguna manera, y que dentro de estas, que cada quien ocupe el lugar de un elemento. Todos somos necesarios, y cumplimos una función en el mundo, hasta en mi "pequeño país" de 2 personas, cada una tiene una obligacíón. Siempre y cuando cada quien haga lo que le corresponde, todas las "cosas en micro" funcionarán, y si éstas funcionan, el país grande funciona. No es tan díficil.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Unos pequeños retoques

Ponme esto, recórtame esto, quítame esto, estírame aquí... Esto es lo que generalmente uno escucha en una consulta de Cirugía Plástica. Antes que nada, quiero decir que respeto la ideología de cada quien, pero eso no me impide gritar y defender los míos, y exijo que de la misma manera sean respetados.

Una vez aclarado esto, haré mi statement sobre esta área de la Medicina que es tan polémica. Amada por muchos, odiada por otros tantos, es algo que tiene sus férreos defensores y detractores. No considero que esté en el extremo de alguna de las dos, porque ningún extremo es bueno, pero critico cosas de ellas, al igual que alabo otras.

¿Qué alabo? La parte reconstructiva. La posibilidad de poder devolverle, por ejemplo, un rostro "normal" a una persona que haya quedado desfigurada después de un accidente de tránsito me parece algo hermosísimo, porque brinda la posibilidad que la psiquis de esa persona sea restaurada, de levantarle su autoestima. Y eso sólo por poner un ejemplo.

Ahora, la parte que critico es el uso de ella para seguir los patrones de moda de belleza. ¿O acaso está escrito en algún lugar que las mujeres deben tener una cierta talla de brassier o tal medida de cintura? ¿Por qué una señora de 60 años tiene que aparentar tener 40 años? ¿Acaso la vejez no es la cosa más natural del mundo?

Ciertamente es muy bonito ser joven, y todo lo demás, pero cada quien debería estar en la capacidad de asumir la edad que tiene, o las medidas que tiene. Unos senos pequeños no deberían ser razón de ningún complejo, en la diversidad está la diversión.

Me imagino dentro de unos 25 años, cuando una hipotética hija de 15 años me pida operarse los senos... Esperen un momento... ¡Ya eso está ocurriendo! Sólo me cabe preguntarme a dónde llegaremos. No me parece ninguna exageración entonces pensar que mis futuros hipotéticos hijos me pidan operarse antes de incluso comenzar a desarrollarse.

Gente, pensemos un poquito, sólo es un cuerpo. Sí hay que cuidarlo, porque de él dependemos, y claro, un mimo no le cae mal... Pero me parece que la sociedad ha llegado a extremos impensables. Para finalizar, les dejo esta caricatura de una mordaz uruguaya llamada Maitena:




lunes, 13 de septiembre de 2010

¡Feliz cumpleaños Alexander Supertramp!

Hace un par de entradas mencioné a un amigo que llamé Alexander Supertramp. Hoy cumple años, 22 para ser exactos, la misma edad que yo. Así que en honor a su día, contaré nuestra historia:

Nos conocimos en 1° grado (En la escuela primaria para los que no son de Venezuela), y éramos el par de amiguitos más felices que puedo recordar. Demasiado adorables. Por aquél entonces, él era un poco gordito, y yo era bastante delgada. Parecíamos un 10, como se dice aquí. Durante algunos años, fuimos los mejores amigos. De hecho, hace un tiempo, entre unos papeles, encontré una prueba de 1° grado donde me pedían dibujar mi mejor amigo. Siempre he sido una pésima dibujante, así que lo mejor que pude hacer fue un círculo, con una cabecita, unos brazos y unas piernitas. Era hilarante. Creí que moriría del ataque de risa.

Pero los días felices estaban contados. Creo que fue en 4° grado cuando llegó un personaje al que llamaré Sheldon. Supertramp y él se hicieron muy amigos, tanto que despertaron los celos de una mujercita de 8 ó 9 años. Alex siempre había estado ahí sólo para mí, y ahora tenía que compartirlo. Me sentía robada. Comencé a alejarme de él, creyendo que él se acercaría a mí, pero causé todo el efecto contrario, él se quedó en el mismo punto, y yo caminé hacia la distancia. De alguna extraña manera, crecimos en direcciones distintas, pero iguales (Creo que eso es algo que sólo nosotros podríamos entenderlo).

Pasaron los años, y a pesar que estudiábamos en el mismo colegio y que teníamos amigos en común, yo insistía en "no hablarle". Qué estúpida fui. El punto es que nos graduamos, y cada quien siguió su camino. Él se fue a vivir fuera del país y yo tuve un "año sabático". Cuando se acercaba el primer aniversario de nuestro grado, él me envió un mail. Me decía que ya había pasado muchísimo tiempo de aquella pelea ridícula y que, a pesar de todo, para él yo seguiría siendo su mejor amiga para siempre. Me hizo bajar la cabeza. En ese momento, me di cuenta que a quien hoy llamo "Alexander Supertramp" era una de las personas más nobles con las que me toparía en la vida. Desde ese entonces, nuestros correos volaron por el ciberespacio. Para mí saber qué le pasaba se convirtió en una necesidad. Cada vez que encontraba un correo con él como remitente, me emocionaba. Había veces que los correos eran breves, pero otras eran largos y detallados. Hubo un mensaje que llegó a tener incluso capítulos, literalmente. No exagero... Eventualmente, bajamos la frecuencia de los correos, pero encontramos otras maneras de comunicarnos.

Hace 2 años nos encontramos en el mismo lugar. Nos tomamos ese café que tanto ansiábamos. Fue un encuentro maravilloso. Reírnos a la par, frente a frente es algo que atesoro en mi memoria. Él sabe cuánto ansío otro café.

Ayer le dejé 2 mensajes de voz deseándole un "feliz cumpleaños". Quizás hayan 2 de los mensajes más torpes y sinceros que haya hecho en mi vida, pero así son las cosas con el sr. Supertramp. Luego, en la mañana, él me respondió los mensajes con un correo, y enseguida lo llamé. Hablamos un rato, e incluso me estuvo ayudando a resolver una pequeña traba. Definitivamente él logra llegar a mi punto más sensible...

Esta historia se la he contado varias veces a otros amigos, pero hoy se me antojó contarla por aquí.

Así que por todo esto...

¡FELIZ CUMPLEAÑOS ALEXANDER SUPERTRAMP!

Te quiero por montones, ;)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Página en blanco

Me entero que existe tal cosa llamada como el "Síndrome de la Página en Blanco". Obviamente me ha pasado muchas veces que quiero escribir algo, y no sé cómo comenzar o por donde. Pensándolo bien, siempre tenemos páginas en blanco frente a nosotros. En todo lo que hacemos diario, hay que escribir algo, y ese algo que no se escribe solo (¿No sería buena idea inventar algo que haga que las cosas se escriban solas?), así que tenemos que ponernos a sacar palabras de nuestra imaginación, hacer parir nuestra cabeza.

¿Se imaginan un mundo dónde todo se escribiese solo? Por un lado, sería muy cómodo que mis trabajos de la Universidad se redactasen a sí mismos, o que los emails a mi jefa se escribiesen sin darme cuenta... Sí, bastante delicioso eso, pero, ¿Dónde dejaría mi placer por componer? ¿Acaso mis cuentos tomarían vida propia? ¿Las entradas de mi blog de generarían todos los días?

Pienso una y otra vez sobre ese insoportable síndrome, y me doy cuenta que a pesar de él, no preferiría que mis cosas se hiciesen solas, por mucho miedo que le tenga a la página en blanco. No quisiera que "algo" escribiese por mí, que me quitase la dicha de escuchar las teclas del teclado retumbando en el silencio de mi habitación. Es así como tampoco imagino que ese "algo" hubiese sido capaz de escribir Rayuela, Cien Años de Soledad, Un Mundo para Julius, o cualquiera de esas obras literarias que admiro.

Considerándolo de nuevo, hay que vencer a esa maldita página en blanco y llenarla "de nosotros mismos", o nada lo hará por nuestro lugar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Salud

Para J

¡PLOP! Así sonó la botella de vino cuando J la descorchó. El líquido salió de su envase, después de estar un tiempo prisionero en él. Las verdes paredes se le antojaban aburridas, ya las había lamido hasta el cansancio; pero no así las paredes cristalinas de la copa. Sus curvas seductoras despertaban la sensualidad que llevaba el vino en sí, dormida desde siempre.




Dio una exhalación, con la cual llenó el ambiente con su aroma. Notó que alguien aspiraba su perfume, y se sintió halagado. De pronto, notó que este nuevo envase también se inclinaba, pero esta vez iba a parar en unos labios húmedos, calientes y llenos de vida. Luego correteó por toda la boca, y finalmente acarició la garganta, dejando detrás sí esa estela tan bien conocida.

-Te extrañé- le dije a J, mientras que lo abrazaba. Me hacía falta estar junto a él, compartiendo ideas, vivencias... O simplemente quedarnos callados, ese silencio tan nuestro, tan conversador, tan lleno de todo dentro de su gran vacío.

Él sonrió. Alzó la copa en el aire, y la ofreció a mi salud. Le respondí con una sonrisa. Los grillos cantaban al fondo, pero sus notas eran opacadas por la música que sonaba un poco más cerca. Corría la brisa, y pensé que había olvidado mi suéter en casa, pero bastó un solo movimiento para que J entendiese que tenía frío. Sin decir nada, se levantó, y me trajo un abrigo. Esos pequeños detalles eran los que le habían merecido todo el amor que le tenía. Como el día que se mojó en medio de una lluvia impetuosa, sólo para buscar su paraguas en el carro y llevarme al mío protegida. Esas cosas que parecen que ya las personas no piensan y que ya no esperas de ellas, y que cuando alguien las hace, se convierte en alguien especial.

-Yo también te extrañé- me respondió finalmente -Tengo mucho qué contarte.

Ambos sonreímos. Sabíamos que durante esas cortas separaciones, sentíamos que nos cambiaba la vida, y el otro no sabía. Finalmente, volvía a sentir que todo estaba bien en el mundo. Tenía mi copa en la mano y uno de mis amigos infalibles al lado. Había vuelto a casa.

Llegó el cartero

Por algunos segundos, detesto la vida moderna y algunas de las facilidades que ella nos ofrece. Últimamente, le tengo cierto recelo a la mensajería insantánea; pero antes que alguien me tilde de loca y quiera internarme en un manicomio, deberían dejar que me explicase. Ciertamente nos facilita la vida y está acorde con la vorágine vertiginosa que es el mundo moderno, y nos permite ahorrarnos toneladas de dinero. Si no, pregúntenles a los hombres de negocios que hacen las reuniones vía Internet, en vez de tomar un avión y reunirse en persona. Eso me parece maravilloso, el planeta sufre menos porque se reducen los vuelos, etc, etc, etc... Esa no es la parte que atacaré.

Lo que me causa "recelo", como he dicho antes, es los cambios que eso ha impuesto en relacionarnos con el mundo. Todo es más rápido, y algunos dirán que puede ser mejor, lo cual no me atreveré a negar, pero... De pronto leo en alguna autobiografía (uno de mis géneros literarios favoritos) de cómo esa persona se mantenía (en algunos casos, aún lo hacen) en contacto con sus seres queridos por medio de cartas, y siento una pequeña envidia. Me parece muy romántico eso de esperar pacientemente el correo; una vez llegado, abrir el sobre; enterarse de las noticias, sin importar si son buenas o malas; ver los trazos de la caligrafía; pensar en la respuesta; ponerla en el correo; dudar si se habrá puesto en marcha; imaginar la cara de la persona que la recibe al leerla... No lo sé, hay algo de nostálgico en las cartas.

Un amigo, al que llamaré Alexander Supertramp, alguna vez me dijo lo siguiente:

La verdad tambien me pasa como dices que a uno le hace falta uno de estos (los mails), sin embargo hay algo que definitivamente encuentro como triste en escribir mails y eso tambien ha influido en el hecho que no he escrito mas en mucho tiempo...
Supongo que desde leí eso comprendí lo nostálgico que es escribir cartas, sin importar si son electrónicas. A pesar de esto, es algo que no puedo evitar amar; aunque sea en contracorriente a lo electrónico y a la velocidad del mundo actual. Si nos ponemos a ver, la percepción del tiempo nos ha cambiado tanto, que antes si no recibíamos noticias de alguien en meses era lo normal, luego pasó a ser días, después horas, y ahora son minutos... ¿O acaso alguien es capaz de negar que cuando no le responden algún tipo de mensaje en minutos, se pone nervioso?

Estamos imbuidos hasta la cabeza en estas velocidades inhumanas, tanto así que ya no nos tomamos para escribirnos, esa calma que se requiere para poner al tanto a otro de nuestras vidas. Nos conformamos con comunicarnos en tiempo real, y de saber todo al momento, sin estar conscientes que de esa manera no quedan rastros de nuestras conversaciones. Es así como mi generación no tendrá un paquete de cartas atados con una cinta para mostrarle a sus nietos, y eso me parece más triste que escribir una carta.

De esta falta de huella, confieso que me pasa un fenómeno un tanto particular: confundo los cuentos. Cuando retomo las conversaciones con mis amigos, me ataca la duda. "¿Fue ella la que cortó con el novio?" o "¿Él es que está saliendo con una Daniela?"; cosas como estas son las que comienzo a preguntarme, y por toda respuesta sólo obtengo una imagen de un remolino mental de historias: las de ellos, las mías y las que imagino.

En conclusión, creo que deberíamos intentar retomar eso de las cartas, a ver si así el mundo comienza a girar un poco más despacio, y si valoramos los momentos un poco más.