martes, 9 de febrero de 2010

¿Escribir por amor o amor por escribir?

Esta vez no contaré una historia de una parisina acalorada, o de un desamor, sino que expresaré la dicotomía que cargo en la cabeza.

Estaba filosofando un poco la otra noche, en medio de un ingrato ataque de insomnio, y entre una cosa y otra, terminé en una pregunta que casi puede ser existencial para mí: ¿Por qué escribo? No puedo recordar un período en el que no haya vivido dentro de mi propio mundo de origami, siempre imaginando que todo es un papel en blanco dónde plasmo todo lo que pienso.

Analizando un poco las cosas, me he dado cuenta que suelo escribir más cuando estoy enamorada, ¿Eso quiere decir que escribo por amor? Pero también he escrito cosas que me gustan muchísimo sin estar enamorada, ¿Entonces amo escribir?

Me sentía atrapada en la pregunta, como en el caso del huevo y la gallina. No sé si primero me enamoré y luego escribí, o si primero escribí y luego me enamoré.

Hay días en los que siento que no podría vivir sin escribir, que es tan parte de mí ya, que no me imagino cómo viviría si después no pudiese contarlo; pero hay otros en los que quisiera que se me olvidara cómo se hace esto, porque me obliga a enfrentarme a los fantasmas, a las sombras, a los miedos, a las verdades ocultas...

La mayor parte de las personas creen que escribir es cualquier cosa, pero no, hay veces que se sufre, aunque la mayor parte del tiempo "se sufre pero se goza".

No he descubierto hasta los momentos una sensación que sea más liberadora que sentir cómo las ideas fluyen a través de mis dedos. Quizás si llegue a levitar algún día, habré encontrado algo que se le parezca.

Por los momentos, tendré que conformarme con fantasear en mi propio mundo, sin saber si me enamoro para escribir, o escribo para enamorarme.

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