Introspección

ADVERTENCIA: Esta entrada va un poco en tono de desahogo.

Si ayer no pasé la pena más grande de mi vida, entonces probablemente en la próxima "pena", moriré de vergüenza. Lo que pasó no lo contaré acá, no viene al caso (o al menos por los momentos).

Quienes me conocen de hace años (merecen un premio Nobel de la Paz, ¡Jajaja!) saben que la mayor parte del tiempo doy la impresión de ser alguien bastante frío y duro, pero aquellos que logran ver más allá de los lentes de sol, la ceja levantada, la mirada fuerte y el verbo incisivo; saben que en realidad se encuentran ante alguien bastante sensible, que es fácilmente alterable, que le cuesta aceptar los cambios, que para hacer amigos pasa un poco de trabajo (pese de haber mejorado), y que se vuelve dependiente de la gente.

Alguien una vez me dijo que yo le confundía, porque intelectualmente pasaba por ser "alguien de más de 40 años, muy sofisticada"; pero que emocionalmente era "una muchachita" (palabras textuales). "Eres demasiado dicotómica. Puedo hablar contigo de porqué el mundo gira a la derecha y no la izquierda, o porqué el arte es necesario; pero te cuesta resolver una discusión con tus amigas". Esa fue una de las frases más sinceras que he escuchado en mi existencia.

Quizás el haber crecido en un entorno conformado por mucha gente adulta, hizo que me acostubrara a hablar de religión, política o literatura antes que de chicos, cabello, y cosas por ese estilo. Pero de ahí que un lado haya crecido desmedidamente, y el otro se haya quedado atrofiado.

Estoy en toda una encrucijada... "Grande" pero "pequeña"... ¿Será que esto es la vida? Es muy confuso...

Conclusión: O crezco, o jamás llegaré a ser lo que quiero...

P.S.: Lamento lo egocéntrico de esta entrada, pero necesitaba descargarme...