miércoles, 3 de febrero de 2010

Ella - Última parte

-No lo sé- le respondió ella, y acto seguido comenzó a llorar desconsoladamente.

(...)

4 años después.

Era una tibia mañana de primavera en la campiña italiana. El sol se colaba por entre las rendijas de su persiana. Fue escalando poco a poco las montañas de sábanas se erguían sobre la cama y los cuerpos de ellos.

-Buongiorno, principessa- le susurró, imitando a Benigni.

Ella sonrió sin abrir los ojos. Amaba la candencia de sus palabras dejadas caer a media voz en sus oídos.

-Hola, cielo-le contestó ella, aún con los ojos cerrados.

Él apartó el cabello que se aferraba a su cuello como una enredadera. Le dio un beso, y ella suspiró. Amaba despertar así junto a él. La vida le parecía perfecta.

(...)

3 años y 11 meses antes

-Tenemos que hablar-le dijo ella finalmente.

-Yo también debo decirte algo.

-Dime.

-Las damas primero-le contestó su otro él, con una suave firmeza que no permitía réplicas.

Ella suspiró hondamente.

-Estoy embarazada-le confesó ella. Tener que contarlo por partida doble se le antojaba muy desagradable. Antes de que él pudiese tan siquiera decir algo, ella prosiguió. -No sé quién es el padre.

Él no podía creer lo que estaba escuchando. ¡ERA OBVIO QUE TENÍA QUE SER DE ÉL! Él era el único hombre de su vida en ese momento... O por lo menos hasta donde sabía.

-Explícate-fue lo único que se le ocurrió pedirle en ese momento.

-Te he estado engañando.

Detestó el habérselo dicho de esa manera, pero sabía que esa verdad pertenecía a esa clase de cosas que no podían suavizarse.

Su cara era una mezcla de rencor, ira... Decepción... Esa última era la que más le dolía... Sabía que le estaba rompiendo el corazón. Casi podía sentir que se odiaba a sí misma.

-No quiero saber más-le dijo en un tono de voz seco que rayaba en lo inexpresivo.

-Necesito que sepas la verdad. No es tu culpa.

-Te dije que no quiero saber nada.

-Pero...

-¡QUÉ NO!-le gritó él por primera vez en todos los años que llevaban juntos.

Ella se asustó, pero no retrocedió ni un paso.

-¡Déjame hablar!

Él se mantuvo impávido.

-Todo comenzó en el café al que fuimos hace algo más de un mes. Ahí lo vi de pasada. Él estaba allí porqué me había estado persiguiendo. Unos días más tarde fui de nuevo al café, para intentar conseguir algún tipo de información sobre él -hizo una pausa-. Me dieron su teléfono, lo llamé. Concertamos una cita en un parque. Te juro que en un principio yo sólo quería verle la cara para decirle que era feliz, y que me casaría contigo; pero luego me di cuenta que seguía enamorada de él. Conversamos, pero caía la tarde, así que decidimos ir a su casa.

-No digas más-le pidió.

-Seguíamos conversando...

-No quiero saberlo-la interrumpió.

-Necesito contártelo.

-Yo no tengo porqué escucharlo. Ya sé suficiente.

Se dio la media vuelta, y se disponía a salir de la casa, cuando ella intentó tomarlo por el brazo.

-¡No me toques! ¡No quiero saber más nunca de ti! ¡Me largo!

-¡Espera!

Él se volteó sólo para dirigirle una helada mirada. Tomó las llaves, abrió la puerta y la tiró tras sí. Ella se quedó paralizada, sin saber qué hacer.

"¿Y si es tuyo?", pensó, antes de caer de rodillas en el piso, rompiendo a llorar descontroladamente.

(...)

Pasaron 2 semanas, y ella seguía sin saber nada de él. Marcaba su celular cada 5 minutos. A veces repicaba hasta el cansancio, otras la llamada era directamente redirigida a su contestadora. Después del mensaje número 56, perdió la cuenta de cuántos le había dejado. Estaba segura de que los escuchaba, pero jamás le respondió.

A veces, cuando entraba al apartamento, tenía la extraña sensación de que él había estado allí, pero jamás encontraba pruebas que la convenciesen del todo.

Un día, decidió que ya no podía seguir así. Esa incertidumbre la estaba matando. Ya no estaba segura si quería seguir con "él" o con "su otro él". De cualquier modo, el primero, había estado ausente después de la confesión, al igual que el segundo. Supo que tendría que salir adelante sola. Quería empezar de nuevo, en un lugar en el que nadie la conociese; huir de todo; reinventarse.

Italia. Huiría al país del que escaparon sus abuelos. Pondría mar y tierra entre ella y todo lo demás.

(...)

Ya tenía un año viviendo en Arezzo. Trabajaba de camarera de noche, y de día como modelo. Un talento que jamás pensó que tendría.

El embarazo se frustró. Recién llegada, se cayó por unas escaleras. El bebé no resistió. Le tocó superar todo eso sola, lejos de lo que conocía.

(...)

En una fiesta del pueblo, conoció a Salvatore, él hombre que verdaderamente la haría feliz por el resto de sus días. Con él se casó, y tuvo los hijos que debía. Encontró el verdadero amor. Finalmente, concertó sus planes con las cartas que el destino le ponía en la mesa.

Jamás imaginó que la felicidad estaba tan lejos de casa. Aunque bueno, quizás ahí fue la primera vez que sintió verdaderamente lo que era un hogar.


FIN

1 comentario:

  1. NO ME JODAS!!!!! NO SE VALEEEEEEEE

    NEGRAAAAAA

    no me sirve que ni uno ni el otro si no un uevo....

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