sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Dónde están las musas? (I)

"Ya no escribo como antes", pensó ella frustrada. Las pocas ideas que tenía se le hacían tan borrosas, que era inútil intentar plasmarlas. Quizás si eso fuese un hobbie para ella, no le estuviese afectando tanto, pero no, era su trabajo. Ella era una escritora, vivía de contar cuentos, de los productos de su imaginación, y si ya no tenía más nada qué contar, no sabía de qué iba a vivir. Al principio intentó tomárselo con paciencia, pero luego de algunos días de silencio, comprendió que no podía soportar aquella falta de actividad.

Las musas la habían abandonado. Quería imaginar que sólo estaban de vacaciones y que volverían pronto, pero no tenía ninguna garantía de ello. Podía ser cualquier cosa. 

Como todo artista, había tenido períodos de descanso o de "receso creativo", pero aquello ya le estaba pareciendo excesivo. Intentaba crear cualquier cosa, y para su pesar, ni una carta lograba. No comprendía qué era lo que le pasaba. Se sentía perdida. Siempre había escrito para poder comprender el mundo, la gente, los hechos o a sí misma, pero ahora se hallaba sola en medio de su propia sordina, y no tenía la más mínima idea de cómo producir ruido de nuevo. Para alguien que estaba acostumbrada a que su cabeza fuese un hervidero de actividad, esa situación era inaguantable.

"Basta de esperar por ellas, saldré a buscarlas". Ese día, resuelta a encontrarlas, armó un pequeño bolso y salió en la búsqueda de los seres etéreos que la inspiraban a hacer lo que más le gustaba en la vida: escribir.

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