lunes, 18 de enero de 2010

Ella - octava parte

La cerradura cedió al él introducir la llave. Ella estaba parada detrás de él, nerviosa. Sabía que sería una larga noche.

-Pasa. Siéntete como en tu casa-le invitó él.

Las 4 últimas palabras quedaron retumbando en sus oídos. En teoría, esa sería su casa si se hubiesen casado como estaba previsto.

Ella entró tímidamente, y se sentó en la sala. Él pasó directamente a la cocina.

-¿Quieres té?-le preguntó él.

"¡Wow! Aún se acuerda que no me gusta el café sino el té", pensó ella. Antes que pudiera responderle, él la interrumpió en sus pensamientos:

-Tengo miel y limón, ¿Todavía te gusta así?

Ella no sabía qué responderle. Estaba entre sorprendida y conmovida.

-Sí, así está bien-le contestó ella con un hilo de voz.

(...)

Se tomaron sus tazas de té en perfecto silencio. Nada rompía la atmósfera de quietud que los rodeaba. El líquido parecía haberse evaporado, se acabó muy rápido.

-Bueno, estoy esperando qué hables-dijo él, rompiendo con el silencio.

-¿Qué quieres que te diga?

"Que me amas", pensó él.

-Todo -hizo una pausa-. ¿Por qué cambiaste de idea? ¿Acaso nunca piensas bien la respuesta cuando te proponen matrimonio?-le dijo él, mientras "hablaba por la herida". Una herida que creyó curada, pero que ahora descrubría recién abierta.

-En ese momento estaba segura de amarlo, de verdad que sí. No tenía duda alguna.

-¿Y cuándo yo te lo propuse?-le interrumpió él.

Ella se debatía entre decir la verdad o decirle una metira. Decidió que ese, justo ese, era el momento de sincerarse, de una vez por todas.

-También te amaba, pero luego todo se deterioró.

Su mirada era vacía. Él sabía que ella tenía razón.

-¿Y con él? ¿Qué pasó?-preguntó, tratando de desviar el tema.

-Con él, me pasaste tú...-Hizo una pausa-. Ese día en el café, me cambiaste la vida. Sólo al verte, me di cuenta que tú eres la persona con la que quiero estar.

Él tragó grueso. Jamás pensó que ella le diría eso.

-¿Qué harás entonces? ¿Le destruirás la vida?

-No, huiré.

-Eso sería peor. Dejarlo sin explicación alguna. Te odiará.

-Es lo menos que me merezco. Sólo con pensarlo, ya siento que lo traiciono.

(...)

Suena el celular de ella.

-¡Hola vida mía! ¿Cómo estás?-lo saludó ella, con la mayor naturalidad que pudo.

-¡Mi amor! Al fin contestas... Llevo rato intentando hablar contigo. ¿Dónde estás?

-En casa de mi mejor amiga-mintió rápida y descaradamente. -Me quedaré a dormir, ¿Está bien?

-Sí vida, no hay problema. Pero por favor, no te me pierdas así. Me asusté mucho, pensé que te había pasado algo malo.

-No te preocupes, nos vemos mañana.

-Hasta mañana, vida mía. Te amo.

-Yo también-le dijo ella, con un peso en el alma.

(...)

De repente, estaban los 2 metidos en su cama.

-Esto está mal-le dijo él.

-Eso lo podemos dicutir en la mañana. Deja que amanezca y veremos.

(...)

Ella se despertó, y estaba acostada sobre su pecho. Él dormía plácidamente. Ella se sentó en la orilla de la cama, y comenzó a llorar. Él se despertó con sus sonidos.

-¿Por qué lloras?-le preguntó a la vez que la envolvía con sus brazos.

-Porque no sé qué hacer con mi vida. Te tengo a ti, aquí; pero él está allá. No se lo merece. No ha hecho nada más que amarme.

-Debes hablar con él esta noche.

-¿Tan rápido?

-¿Qué más vas a esperar? ¿El día de la boda? ¿Dejarlo en el altar?

-¿Y después que le diga qué pasará? ¡Me abandonará, me echará de la casa!

-No te estreses. Vamos un paso a la vez.

(...)

Ella llegó a su casa vestida con la misma ropa del día anterior.

-¡Vida mía! Al fin llegas. Te extrañé tanto.

Le dio un abrazó, y olió su cuello. Raramente no percibió el olor de ese otro hombre que la había amado la noche anterior.

"No le puedo decir nada. Lo mejor será que huya", pensó ella mientras contenía una lágrima que bailaba en la cornisa de su ojo derecho.

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