martes, 12 de enero de 2010

Ella - sexta parte

-¿Quién te dijo a ti que yo era infeliz?- le preguntó él, con un tono un tanto alto.

-Tú, tu mirada... Todo, simplemente todo.

De nuevo el silencio.

-Respóndeme algo, ¿Qué hacías ese día en el café?

Él se quedó en blanco. La verdad se le antojó inconfesable.

-¿Crees que eres la única que puede entrar ahí? Es un sitio público. Fue una mera coincidencia.

-No creo en las coincidencias.

-Acéptalo, fue una mera coincidencia-mintió él.

Más silencio.

-Dijiste que querías reconciliarte con tu pasado. Mentiste. Quieres que impida tu boda. ¿Por qué yo?- la desafió él.

Ella se debatía internamente, porque no sabía que respuesta darle.

-Aún no te lo puedo decir...

-Definitivamente debes de estar loca. Quieres que impida tu boda, y ni siquiera me dices porqué yo...-le dijo él, guardando la esperanza de que ella confesara que era el amor de su vida.

-Es que... -respiró hondo. Se sentía nerviosa. -Creo que no debí haberte dejado ir... Quizás debimos haberlo intentado... Quizás...

Se quedó callada. Ella jugaba nerviosa con sus dedos, mientras que él esperaba que ella siguiera. Ahora comenzaba a sentir mucho calor. Tenía ganas de abrazarla, y decirle que se escaparan en ese momento, dejando todo atrás. Quería besarla hasta que sus labios sangraran... Pero por encima de todo, deseaba estar con ella.

-¿Quizás qué?-le preguntó, fingiendo cada vez con mayor dificultad indiferencia.

-¡No lo sé!- explotó ella. Se puso las manos en la rostro, ocultando con ellas la gama de emociones que cruzaban por él.

Él sintió una debilidad por ella increíble. Odiaba presionarla, pero lo que ella le pedía era la salida fácil para sí misma, y él no podía permitírselo. Ella, y sólo ella, era la que tenía que enfrentar su situación.

-Me dijiste que lo amabas, ¿No?- le preguntó él en un tono mucho más suave que el que había utilizado en el resto de la conversación, mientras intentaba apartarle las manos de la cara.

-Sí- contestó ella con una voz que delataba que estaba a punto de llorar.

-Por ese amor que dices que le tienes debes hacerlo tú misma. Debes explicarle todo esto...

Una lágrima rodó por su mejilla, y él la abrazó. Allí, tan próximo a ella, sintió que quería quedarse con ella así, el resto de sus vidas; permanecer en un nudo de brazos que no les permitieran nunca más alejarse.

Ella tenía su cabeza clavada en su cuello, y de pronto percibió su perfume, ese olor de hombre fuerte que le encantaba y la hacía sentirse segura.

Fue trazando con su nariz un camino invisible en su cuello, y sintió el efecto adormedor que sabía que le causaría. Separó su cabeza de su hombro, quedando frente a él. Él tenía los ojos cerrados, pero los abrió en tanto sintió el cambio de posición de ella.

Ella se hundió en sus profundos ojos negros, y él se perdió en el mar azul infinito de los de ella. Ambos sostuvieron la mirada, para luego cerrar los ojos, y en medio de aquel vendaval de emociones, darse un beso... El más dulce, el más tierno, el más esperado... El que habían necesitado deste hacía tanto tiempo, pero que se negaban a sí mismos.

1 comentario:

  1. Ante penultimo parrafo "cabeza"

    ultimo parrafo !desde"


    Excelente negra.!!!! sigues dandome sorpresas....

    ResponderEliminar