martes, 22 de junio de 2010

Un genio no muere

Son como un selecto club en el cual se entra sólo si se tiene la cantidad de materia gris necesaria: genios, esas personas nos pueden hacer sentir como si nosotros fuésemos la arena sobre la que ellos se sientan a meditar su próxima gran idea.

A lo largo de la historia han habido tantos como soluciones a los problemas, algunos de ellos reconocidos, otros no tanto, e incluso los hay desconocidos en absoluto.

Es algo que comienza tan sutilmente, que es imposible que cuando a una madre le entregan a su hijo recién salido de sus entrañas, ella sea capaz de predecir cuál va a ser la huella de su su vástago en la humanidad, ¿O es que acaso la madre de Borges, Picasso o Einstein fueron capaces de hacerlo? No sé si lo llegaron a pensar, pero en realidad no creo que hayan podido hacerlo. Es más, no creo que ni siquiera ellos mismos mientras desarrollaban sus obras hubiesen podido definir el alcance de las mismas. De hecho, el mismo Einstein dijo que “Si hubiera previsto las consecuencias me hubiera hecho relojero”, cuando vio que sus descubrimientos se utilizaron para hacer la bomba atómica.

Aún así, para bien o mal, sus obras perduran en el tiempo. Más de medio milenio después seguimos recordando a Leonardo Da Vinci, y utilizando lo que él enseñó.

Quizás dentro de cada uno de nosotros se esconde una respuestas que corresponda a una de las tantas preguntas que se hace la humanidad, pero no somos capaces de trabajar lo suficiente para llegar a ellas.

Después de todo, la inmortalidad no es algo que cualquiera pueda afrontar.

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