miércoles, 16 de junio de 2010

Good morning sunshine

Yacías de espaldas a la cama, y mi cabeza reposaba sobre tu pecho que se movía acompasadamente con tu respiración. Mis manos frías se escondían debajo de tu espalda, y te hacían cosquillas.

Tu aroma mañanero invadía mi olfato, pero era tan exquisito, que no me importaba que impregnara hasta la última célula de mi cuerpo.

-Good morning sunshine-me susurraste al oído.

El alba despuntaba perezosa, mientras el sol poco a poco se colaba por entre las persianas. Tus dedos se enredaban en mi ya despeinado cabello. Comenzaron a descender por mi sien, siguieron la línea de la mandíbula y llegaron hasta mis labios, y dibujaron suavemente el contorno de ellos.

Era tan dulce despertar así a tu lado, tan sublime, que hubiese querido mantenerme en ese estado de ensueño por largo rato, pero el día nos reclamaba. Debíamos atender nuestras cosas.

-Es domingo-me dijiste, como si puedieses leerme el pensamiento. Caí en cuenta que tenías razón. Era el último día de la semana. Eso me contentó.

Me puse encima de ti, y comencé a besarte. Primero muy despacio, recorriendo tus labios con paciencia... Pero luego, todo se intensificó. Tus manos en mi cintura intentaban contener todo el fuego que emanaba mi cuerpo.

Estabas ahí, para mí, haciendo lo que mejor sabía hacer: amarme.

¡RING!

El repique del teléfono me trajo de nuevo de vuelta a la realidad. No era domingo, no estabas ahí... Todo había sido un sueño. Las ropas negras estaban tiradas en el suelo. Estiré mi mano para alcanzarte, pero seguías ausente. Aún mis sentidos no se acostumbran a tu ausencia.

-¿Aló?

-Hola... ¿Estás lista? El entierro es en una hora.

-Ya me visto.

Colgué, teniendo la certeza que me quedaban infinitas noches soñando contigo, pero sabiendo que los despertares a tu lado estaban sellados para siempre.

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